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Foto del escritorSyd Krochmalny

Lo espeluznante

A pocas horas del estreno de la versión teatral de Silvio Lang y el grupo Orgie del poemario Diarios del odio, sus autores, Roberto Jacoby y Syd Krochmalny, hablan de la nueva etapa de esta inmersión en las voces más cloacales de la sociedad argentina, cada vez menos anónimas.



Hoy y mañana, en el Multiespacio y el Campus de la Universidad Nacional de General Sarmiento, se realizan actividades en torno al poemario publicado por Roberto Jacoby y Syd Krochmalny hace unos meses en Editorial N Direcciones. Una nueva etapa y un nuevo pliegue que escava, se empantana y remonta en los comentarios de los lectores de las ediciones online de La Nación y Clarín entre 2008 y 2015. Además de las mesas redondas coordinadas por Eduardo Muslip y Américo Cristófalo, el dramaturgo y director Silvio Lang investiga en escena, con movimientos y cantos, la letanía odiante durante los gobiernos kirchneristas. La gacetilla de prensa adelanta que se verán dos planos, en uno de ellos, cuerpos que “se organizan en la materialidad de fenómenos de masas en movimiento en el espacio público -marchas, piquetes, saqueos, estampidas, linchamientos, represiones policiales, formaciones militares, éxodos, rituales-” y, otro, donde el discurso odiante combatido es llevado a ritmos de canción pop evangelista. Los autores aún no han asistido al ensayo general que, seguramente, será una nueva instancia en sus reflexiones sobre este relato catártico y virulento que hicieron pasar del muro virtual al muro museístico, de la prosa al verso y, ahora, a la danza y la música.




Roberto Jacoby: Lo único que sé es que son muchos actores. Una cosa muy física y un audio fuerte. Se tiran, se enroscan, se hacen montañas humanas… No quise ver mucho porque soy muy bocón y no hay nada peor para un director que se le aparezca el autor a decir “me parece esto y lo otro”. El director es una persona muy lúcida que ha hecho trabajos gigantes.

Syd Krochmalny: Hay confianza. Vimos obras de él y nos parece que va a estar bueno. La materia seduce, es morbosa.

¿Entraban rápido en esa adrenalina del odio de los foristas?

R. J.: Fue de las primeras cosas que hablamos cuando comenzamos ¿Por qué nos quedábamos hasta las cuatro de la mañana leyendo eso? Atrapa, es algo viscoso.

S. K.: Hasta te diría que es del orden de lo sexual. El nene jugando con la caca.

¿Qué temas trataban las primeras notas que les llamaron la atención?

S. K.: Los conflictos del campo. Las notas tenían mucha afinidad con el discurso del odio en los lectores, simplemente que estaba vestida periodísticamente. Notas con perfil clasista, machista, racistas...

R. J.: El periodista o la empresa produce una página de mil caracteres y eso desencadena un material de lectura de miles y miles de caracteres del discurso odiante relacionado, generalmente, con la forma de titular. Los comentarios de los lectores en los grandes diarios justo comienzan en el 2008, que es el momento de gran conflictividad social.

S. K.: Y no es casual que, desde hace unos años, para comentar te tenés que loguear en Facebook.

¿Qué era lo que más les aterrorizaba de esas transcripciones?

R. J.: Que uno también puede pensar cosas así pero no las deja salir. Como cuando escucho de esos violadores terribles y lo que pienso es formar una brigada y castrarlos.

S. K.: Eso lo hablás por vos. Yo no pienso así pero entiendo lo que decís.

¿Pueden identificar algunos perfiles de los foristas?

R. J.: Pienso que hay muchos milicos o gente que trabajó con ellos en servicios. Cuando veo los videos de los que asistieron a la marcha del 1A el hecho de que la mayoría sea grande, es relevante. La mayoría de los que escriben en esos foros es gente grande sin nada que hacer y tienen una forma de sociabilidad que es la de estar ahí. Me da esa sensación por ciertas formas lingüísticas, medio pasadas de moda. Discuten o atacan con un lenguaje formalista como de cancillería que se desbarranca y termina en un vomito.

S. K.: Hay varios tipos de trolls. Unos más berretas y otros que manejan un lenguaje, una capacidad de humor y una poética muy poderosa, más allá de las barbaridades que digan. Eso está por fuera de nuestro trabajo. Nos sorprendía la cantidad.

¿Inicialmente era un trabajo sociológico?

R. J.: No. Lo primero que hicimos fueron instalaciones con esos textos. Nos llevó bastante tiempo decidir cuál sería la forma hasta que llegamos al grafiti con carbonilla. Era la que condensaba más. De una mirada podías ver todo un mundo.

S. K.: Eran discursos visibles porque estaban ahí, pero, a la vez, ocultos, como un rumor circulando. No tenían una voz social a no ser en algún periodista que los canalizara. Se dio la posibilidad técnica de inscripción de ese discurso y lo decimos en nuestro statement: “las masacres fueron precedidas por elaboraciones discursivas deshumanizantes, que no fueron escuchadas en su momento”. No se toma en cuenta el nivel de peligro en estado germinal. Yo me transformé en forista y argumentaba. Sin embargo, me borraban los comentarios, me reportaban y los que estaban ahí diciendo barbaridades seguían tranquilos. Te cansaba como cuando te cansás en el Facebook porque no tenés capacidad de convicción. No sirven el argumento y el dato. La gente se marea.

R. J.: No se puede discutir con ese discurso porque no es un discurso racional. Saca su potencia de otro lado, del resentimiento, del rencor, de prejuicios muy antiguos. Hay mitos clásicos, como el de la mucama ladrona, que existen desde que tengo uso de razón. En la época de Perón circulaba un mito increíble que era la historia de unos patrones que habían salido y dejado al hijo y, cuando volvieron, lo encontraron asado con una manzana en la boca. Eso es lo que sentían los antiperonistas respecto del régimen. Todo eso del choripán, de que los pobres son vagos, se decía hace setenta años.

S. K.: Trabajamos con un material que es pre-ideológico. Una ideología tiene cierta sistematicidad, una mínima articulación a nivel conceptual. Previo a eso hay una zona de mito.

¿Cómo opera el discurso clasista?

R. J.: Tengo una hipótesis de que diciendo eso buscan una distinción para subir de rango imaginariamente. La clase alta es muy pequeña. Los discursos contra los pobres son de sectores que no son la clase alta, son otros pobres. Por ejemplo, cuando se hacen encuestas, hay una pregunta muy típica que es la autoasignación de clase. Les muestran una tarjeta y preguntan ¿a qué sector cree usted que pertenece? Nadie se define como pobre. Eso fue uno de los grandes problemas políticos que tuvo el gobierno anterior, que hablaban de que estaban en defensa de los pobres y cuando le dicen que están en defensa de los pobres piensan que están en defensa de otros, que son los que le están molestando a ellos. Vas a hacer una encuentra a una villa y te dicen que pobres son, no sé, los paraguayos que viven al otro lado de la vía.

S. K.: Hay una idea de lucha entre clase media y pobres, como decir “el gobierno de Cristina se cagó en la clase media”. Es una especie de idea.

R. J.: Lo hacen todos los gobiernos del mundo, decir que gobiernan para la clase media o que van a recuperar la clase media. La clase media es una clase universal, un punto cero de la sociedad. Después, cuando ves de qué están hablando, están hablando de trabajadores, incluso manuales. Porque es como la clase que necesita el Estado, que se identifica con el Estado. De eso ya se había dado cuenta Hegel. No es una clase sociológica, es una clase imaginaria, de identidades.

¿Cómo armaron los poemas?

R. J.: Al principio hicimos una especie de monstruo, copiando y pegando.

S. K.: Luego clasificamos los comentarios de las notas según los grandes temas o sujetos colectivos e individuales que condensaban el odio. Milagro Salas ya era la principal desde antes que fuera presa. Juntaba todos los prejuicios. Después comenzamos a trabajar con el ritmo y la forma, había que encontrarle un remate. Íbamos leyendo y debatiendo si conservar los errores ortográficos o no, mantener las mayúsculas o no...

R. J.: Trabajar con textos encontrados no quiere decir que haya que respetarlos. No estábamos haciendo un trabajo de arqueología.

S. K.: El material es un punto de partida hasta que uno encuentra esa voz y la empieza a adoptar. Creo que el próximo paso de esta obra sería crear un bot que diga estas cosas.

¿Se puede sacar un algoritmo troll?

R. J.: ¿Existe eso?

S. K.: Hace poco salió la noticia de un bot-troll que se autorregulaba y se transformó en fascista.

R. J.: ¿Tomaba materiales de la red y los reciclaba?

¿Será un mito?

R. J.: Es muy verosímil.l

Viernes 21 y sábado 22 a las 17, Universidad Nacional de General Sarmiento, Juan María Gutiérrez 1150, Los Polvorines.

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