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  • Foto del escritorSyd Krochmalny

Estas cartas prueban que nuestras abuelas a los 20 se parecen mucho a nosotras

Las historias de amor contadas en detalle, las crisis vocacionales, las prioridades en juego y más preocupaciones abundan los consultorios sentimentales de las revistas femeninas entre los años 20 y 80

Tamara Tenenbaum para La Nación



Los consultorios sentimentales de los años 20 a los años 80 exponen las preocupaciones de muchas mujeres Crédito: Shutterstock


Los consultorios sentimentales, en todas sus variantes, son una ventana a las obsesiones y tribulaciones de otras épocas. Solemos pensar que la idea del lector al que no le alcanza con leer un diario o una revista, que quiere conversar y contar su historia, es una cosa de estos tiempos narcisistas y de la explosión de las redes sociales. Sin embargo, mucho antes de que tuviéramos muros de Facebook donde volcar nuestras penas de amor, en las páginas de Claudia, Vosotras y Para Ti (entre otras) las lectoras y las periodistas se encontraban para conversar sobre sus angustias e incertidumbres más íntimas. Las chicas modernas del 2017 serán escépticas: estamos acostumbradas a imaginar que esos eran espacios de bajadas de línea pacatas, que reforzaban imágenes retrógradas de la mujer, la sexualidad y el amor. Aunque algo de eso había, la realidad es mucho más compleja, y en los consultorios o epistolarios, como también se los llama (porque se publicaban las cartas de las lectoras, aunque lejos de la formalidad de los espacios de "cartas de lectores") se filtraban la curiosidad, el deseo y algunos discursos que quizás se escapaban sutilmente de las morales más rígidas de cada época.


"Los consultorios sentimentales surgieron a la vez que las propias revistas femeninas en los años veinte y treinta, pero cobraron verdadero impulso en los años cincuenta y sesenta, suplantando en algún sentido a los manuales de comportamiento", explica Isabella Cosse, investigadora independiente del Conicet y de la UBA y autora de Pareja, sexualidad y familia en los años 60 (Siglo XXI). "Estos consultorios tienen especial interés en épocas de mutaciones en las costumbres. En los años sesenta o setenta, por ejemplo, esas columnas permiten observar un nuevo registro en relación a la virginidad de las chicas, aunque las periodistas no llegasen a impugnar por completo el valor moral de la virginidad. En las cartas de las lectoras aparecen confrontaciones con el mandato virginal (en defensa de la entrega por amor), protestas porque la castidad producía la descalificación de las congéneres y temores de que pudiera aparejar trastornos psicológicos. Lectoras que se quejaba de las burlas del 'grupo de las liberadas' que se preguntaba si ella sería "rara" porque no aceptaba tener relaciones sexuales. Estas inflexiones hacen pensar que la aceptación de las relaciones sexuales no sólo era más frecuente, sino que estaba siendo integrada a las costumbres, la identidad y los valores de las jóvenes. En segundo lugar, puede observarse que los consejeros siguieron defendiendo el valor de la virginidad pero que cambiaron los argumentos para hacerlo. La idea de la pureza sexual retrocedió frente a la importancia adjudica a la edad, al carácter de la relación y a los problemas de un posible embarazo, como se planteaba en la columna de Vosotras, la cuestión comenzó a ser considerada desde un ángulo subjetivo, con lo cual se favoreció que la norma se relativizara, haciéndola depender de los principios y de la tranquilidad de conciencia", explica Isabella.



El diván público

Los viejos manuales de comportamiento, los epistolarios y las notas que se escriben hoy en medios y blogs sobre cómo reaccionar si tu media naranja no quiere poner "en una relación" en Facebook parecen partir de una preocupación común: entender las reglas del deseo y del amor que no están escritas en ninguna parte pero que todos queremos descifrar, como si en ellas se encontrara la clave de la felicidad y el amor eternos. Nuestro país, además, tiene una debilidad que lo hace particularmente propicio para los consultorios sentimentales: el diván. Eso explica Paula Bertúa, doctora en Letras e investigadora del CONICET: "La emergencia de los consultorios sentimentales en la década del 40 guarda una estrecha relación con la penetración cultural del psicoanálisis que se manifestaba no sólo en los círculos estrictamente médicos e intelectuales, sino también -y de manera profusa- en la cultura popular. Esa difusión del psicoanálisis a través de las publicaciones populares resultó muy efectiva en tanto operaba como herramienta de interpretación de la realidad, canalizando las ansiedades y los traumas que los cambios de la modernización provocaban".



Más allá de los aspectos comunes, cada publicación y cada sección tenía sus propias características: una revista que todavía existe, por ejemplo, tenía al sacerdote Iñaki de Azpiazu a cargo de su consultorio sentimental. Uno de los más curiosos fue el que, bajo el seudónimo de "Richard Rest" contestaron durante años el sociólogo Gino Germani y el psicoanalista Enrique Butelman: se llamaba "El psicoanálisis le ayudará a resolver su problema" y salía en la revista Idilio. En la columna, Richard Rest se ocupaba de interpretar los sueños de las lectoras: además de descifrar cada historia, el consultorio les decía a las lectoras qué significaban ciertos sueños recurrentes como el de volar, andar desnuda o que perder todos los dientes. Una selección de estos textos puede leerse hoy en Los sueños, una recopilación de Marina Mariasch y Syd Krochmalny recientemente editada por caja negra. Allí también salen los fotomontajes de Grete Stern que acompañaban a cada columna y, con sus interpretaciones surrealistas, funcionaban como una especie de comentario ambiguo y seductor.

Puede que Germani y Butelman no hayan sido los únicos intelectuales que incursionaron en el género: "a mí me interesó muchísimo", dice Cosse, "otra columna de la propia revista Idilio, que se llamaba 'Secreteando' y estaba firmada por Lisa Lenson, quien, según algunos testimonios, fue escrita por una socióloga, formada por Germani. En esa sección, la revista, que apuntaba a jóvenes modernas (el personaje editorial era una chica que andaba en motoneta, trabajaba y tenía una actitud desafiante), negociaba con las normas instituidas y los criterios de un sentido común por ejemplo que podía suponerse defendido por las madres. Esto sucedía también en el consultorio sentimental de Vosotras, una revista se dirigía a jóvenes trabajadoras o cuyas familias eran de clase trabajadora, en muchos casos de ciudades pequeñas del interior del país".


¡Pregunte lo que quiera!


La revista Vosotras efectivamente fue una de las que más espacio dedicaba a los consultorios epistolarios, llegando a sostener muchos simultáneamente. Aunque el más célebre fue "¿Es este su problema?", respondido por una misteriosa Helena (que probablemente no era una sola persona), que se especializaba en asuntos del corazón, las opciones no se acababan allí: además hubo un consultorio de sueños, uno grafológico (en el que un grafólogo interpretaba la personalidad y el estado emocional de las lectoras de acuerdo a la letra manuscrita que ellas les enviaban) e incluso uno de viajes, en el que las lectoras escribían consultando por viajes que querían hacer o los mejores lugares para visitar en cada ciudad. Otra sección muy divertida que tuvo Vosotras fue "Pregunte lo que quiera!", que servía exactamente para lo que indica su título: preguntar cualquier cosa. En una entrega, por ejemplo, una lectora cuenta que es docente pero que tiene mucho interés en formarse en periodismo, y pregunta por los mejores lugares para hacerlo; al lado, otra lectora pregunta si es cierto que ya no se usan las cejas finitas y otra, cómo conservar el pan fresco durante dos o tres días. Todo indica que las lectoras usaban los consultorios de Vosotros para expresarse y divertirse pero también para informarse: en tiempos donde la información no estaba al alcance de la mano estos epistolarios eran también espacios de solidaridad femenina, donde compartir datos relevantes desde la posición entonces privilegiada de las periodistas.


Finalmente, la pregunta inevitable: ¿eran verdaderas las consultas? "En muchas ocasiones eran cartas reales", dice Cosse, "porque no hay duda que eran muchas las personas que escribían y siguen escribiendo a las revistas. Pero también es cierto que en ocasiones la carta era un recurso que tenían los editores o las periodistas para generar discusiones, evidenciar amplitud con las discrepancias, abrir una puerta a lo que imaginaban le interesaba a parte de sus lectoras".


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